martes, 29 de agosto de 2017

Buenos Aires, la elegida de Sudamérica

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BUENOS AIRES, LA ELEGIDA DE SUDAMÉRICA

Avenida de Mayo, arquitectura, legado mítico, barrio de los actuales inmigrantes, paladar porteño y una experiencia temática.

Buenos Aires, “La Reina del Plata”. Sorprende a más de un viajero animoso de conocer nuestra cultura. Ciudad de raíces españolas, fundada y diseñada en 1580 por el adelantado Juan de Garay (en los terrenos que hoy ocupa la Plaza de Mayo) en busca de una boca comercial hacia el Océano Atlántico.
De clima templado pampeano, caluroso en verano y frío en invierno.  Con sus actuales 230 kilómetros cuadrados de superficie y su costa al Río de la Plata y Riachuelo producto de fenómenos naturales y del proceso humano.  Sus casi 3 millones de habitantes viven y conviven en este sin fin de calles y avenidas de asfalto en donde se mezcla lo moderno con lo antiguo.
Ciudad cosmopolita y un importante destino turístico mundial. ]Su compleja infraestructura la convierte en una de las metrópolis de mayor importancia en América y es una ciudad global dadas sus influencias en el comercio, finanzas, moda, arte, gastronomía, educación, entretenimiento y principalmente en su marcada cultura.

Recorriendo su arquitectura
 
Su perfil urbano es marcadamente ecléctico. Se mezclan los estilos colonial español, art decó, art nouveau, neogótico, italianizante, francés borbónico y academicismo francés. Por esto último sumado a su formidable desarrollo edilicio de impactante belleza y marcada influencia europea en su arquitectura monumental es que se la conoce en el mundo por el apodo de "La París de América".
Para hacerse de una idea rápida del paisaje arquitectónico de la ciudad nada mejor que recorrer Avenida de Mayo (año 1896), una de las primeras arterias de la ciudad. Viendo el edificio del ex diario La Prensa (Avenida de Mayo 575), proyecto encargado en París y completado en la Argentina por los ingenieros Carlos Agote y Alberto Gainza. Inaugurado en el año 1898. Su diseño está basado en los cánones estilísticos de la Escuela de Bellas Artes de París. O el edificio del Hotel Chile (Avenida de Mayo y Santiago del Estero), proyectado por el arquitecto Louis Dubois en 1904. Originalmente se llamó Hotel Lutecia, y fue uno de los mayores representantes del estilo Art Nouveau. Como así también, otro hito porteño, el edificio ex-diario Crítica (Avenida de Mayo 1333), de estilo art decó, proyectado por el arquitecto Andrés Kalnay, se inauguró en 1926. Incorporó a la obra elementos de las culturas precolombinas y orientales, dentro del contexto de perfiles geométricos que excluían las curvas y los arabescos del decaído" art nouveau”, logrando una fachada con reminiscencias de templo maya o de la Metrópolis”, de Fritz Lang.
De espaldas al Cabildo colonial se encuentra el Pasaje Roverano (Avenida de Mayo 560), perlita de la ciudad. Tiene el encantador aspecto de las construcciones de la Belle Époque. Los hermanos Ángel y Pascual Roverano lo inauguraron en 1878. Une la Avenida de Mayo con Hipólito Yrigoyen y es la única casa que tiene una entrada particular a la línea A de subterráneos (estación Perú). Esta galería comercial cuenta con una famosa peluquería y barbería que se mantiene intacta desde mediados del siglo XX; que frecuentaba el Papa Francisco en su época como arzobispo de Buenos Aires. El pasaje ha sido elegido en varias oportunidades como escenografía de películas que transcurren en décadas pasadas. Entre ellas, el film La Señal protagonizado por Ricardo Darín.
Otra forma de conocer la arquitectura es recorriendo las calles de barrio de La Boca, antiguo puerto y hoy barrio de pasiones, chapas oxidadas, grafitis, murales, nuevos expatriados peruanos y bolivianos entremezclados con familias oriundas de esas tierras de inmigrantes. Viejos conventillos que ya no existen, solo en la escenografía turística de “Caminito”. Barrio difícil de ser transitado por la inseguridad y delincuencia que lo tiene preso.
Si se quiere disfrutar de una arquitectura moderna, el recorrido obligado es por el barrio de Puerto Madero. En los últimos años se construyeron y están en construcción numerosas torres residenciales de gran categoría, destacándose: Torres El Faro, Torres River View, Torres Le Parc, Torres Mulieris, Torre Repsol – YPF, o las Torres Renoir. Todas ellas de más de 130 metros de altura, llegando a 175 metros en el caso de las Renoir. La Alvear Towers, una de la más alta de Sudamérica y la más alta del país con sus 235 metros de altura. También se encuentra en excavación el terreno donde se construirá la Harbour Tower, una torre post-moderna con 188 metros de altura y 50 pisos.
 
Con paladar porteño

Conocidos a los porteños como los de mejor paladar y a la ciudad de Buenos Aires como la capital gastronómica más internacional del mundo.
Comida: Japonesa, Peruana, Paraguaya, Mexicana, Indú, China, Italiana, entro otras nacionalidades compiten con los platos tradicionales de la ciudad: pizza, empanada, rizzoto, puchero, locro, milanesa con papas fritas, picada, tortilla, sopa, carne asada, pescado grillado, paella, revuelto gramajo y sus postres: arroz con leche, vigilante (queso con dulce de batata o membrillo), flan o budín de pan mixto con crema y dulce de leche. Herencia de la población criolla y de la inmigración italiana, española, francesa, alemana entre otras. Pueden comerse a lo largo y a lo ancho de la city porteña.
“Hoy Filete de Merluza con guarnición + una bebida o café…” se lee en los carteles ubicados en la vereda o ventanales de centenares de restaurantes de la ciudad. A precios módicos y otros no tanto, hay para todos los bolsillos y gustos. Solo hay que caminar y ver detenidamente el abanico de opciones que se presenta en cada barrio.
En Puerto Madero, el Restaurante Puerto Cristal (Av. Alicia Moreau de Justo 1082) ofrece una carta con gran cantidad de platos internacionales y nacionales para deleitar los paladares. En Avenida de Mayo, el restaurante “Alameda” se destaca por su pizza “bien porteña”. En la antigua calle Potosí, hoy Alsina, el café “La Puerto Rico” (Adolfo Alsina 418) sobresale por su chocolate con churros al estilo colonial. El restaurante “El Federal” (San Martín 1015) luego de que la chef Paula Comparatore seduce con su clase de cocina, se puede disfrutar de los platos preparados que representan 7 regiones Argentinas; mientras que su pasta casera son el regocijo de muchos transeúntes.


 
Una experiencia temática


 

Si se quiere vivir una experiencia exclusiva y atrapante, existen en la ciudad los alojamientos temáticos. Como es el caso del Hotel Boutique “Legado Mítico” (Gurruchaga 1848). Cuartos inspirados en el universo de protagonistas históricos, que dan lugar a un espacio refinado. Con sus habitaciones de lujo en honor al cantante, compositor y embajador mundial del tango canción “Carlos Gardel”, al comandante e ideólogo de la Revolución Cubana “El Che Guevara” (Ernesto Guevara) y la representante del movimiento obrero junto a su esposo J. D. Perón "Evita” (Eva Duarte). Las habitaciones superiores también destacan: al erudito escritor “Jorge Luis Borges”, al pintor “Quinquella Martín” que en sus pinturas portuarias muestra la actividad, vigor y rudeza de la vida diaria en La Boca, y “Manuel Belgrano” quien paleó en la Guerra de la Independencia contra los ejércitos realistas y creó la bandera en el año 1812. Asimismo ofrecen habitaciones clásicas como ser la de “Mafalda”, protagonista de una tira de prensa, preocupada por la humanidad y la paz mundial, la de la actriz y cantante de tango y milonga “Tita Merello” y la de la escritora, ensayista, traductora y editora “Victoria Ocampo”. Espacios en donde se pueden tener un encuentro cercano con estas personalidades que alcanzaron una dimensión mítica en la cultura Argentina.

Para los fanáticos de Boca Juniors, pueden alojarse en el “Hotel Boca by Design Suite” (Tacuarí 243). Edificio completamente decorado con el color azul y oro en todas sus expresiones y objetos representativos del fútbol boquense.

Otros sitios temáticos para alojarse de gran atractivo, son: el “Tanguero Hotel Boutique Antique” (Suipacha 780) y el “Hotel Complejo Tango” (Avenida Belgrano 2608) para los apasionados de esta música. Este último ofrece clases y cena tango show.

lunes, 14 de agosto de 2017

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IMPRESIONES DE PLAZA DE MAYO - BUENOS AIRES

Buenos Aires es una ciudad con personalidad propia, abierta a la arquitectura, la
cultura y el arte de todo el mundo. Cosmopolita y contradictoria, dinámica
tradicional, histórica y vanguardista.
Buenos aires, una ciudad secreta para descubrirla con los ojos y el corazón.
Buenos Aires, un gran escenario que todos los días renueva la función de la vida
al compás de un tango.
Buenos Aires tiene un no sé qué…es glamorosa y tierna, radiante y oscura, te
enamora, te sorprende, te enloquece, te entusiasma, te irrita, te da vida…
Ciudad hecha con callejones, piedras viejas y faroles mezclados con el neón de la
modernidad.
Buenos Aires una ciudad mágica, eterna como el agua y el aire, que hunde sus
raíces en borrosas fundaciones españolas y que a veces se parece a París.
Sentada en un bar disfrutando de un pequeño sitio de esta ciudad quedado en el
tiempo, con sus muebles de roble impregnados con el aroma del café torrado, en
una mañana de otoño húmeda, nublada y fría del mes de mayo, con un clima
espeso modificado por la actividad humana, los edificios y el asfalto de una gran
ciudad, entre pasar de cientos de personas, autos, colectivos, vendedores
ambulantes desordenados, veo a través de un suntuoso ventanal la Plaza de
Mayo; núcleo original del casco histórico de la ciudad. Es sabido que a partir de
1810 este lugar se convirtió en el escenario de todos los grandes acontecimientos
políticos del país. En el centro de la misma se puede observar un monumento: la
“Pirámide de Mayo”, recordando los sucesos de la semana de mayo de 1810, año
en que se constituye nuestro primer Gobierno Patrio. Aún se escucha, con orgullo,
las voces disonantes de los patriotas pidiendo a gritos y enfurecidos por la
independencia de España.
En esta parte de la ciudad todo es vorágine, los transeúntes pasan por delante de
los edificios y monumentos como parte de su rutina y abstraídos de todos los
sucesos que han acontecido aquí; sin levantar la vista, chocándose con palomas
foráneas, vendedores de garrapiñadas y copos de azúcar, carpas y pancartas de
manifestantes, policías, vallas, gente que pide una moneda y todo ese escenario
que muestra la vida porteña del centro de la ciudad en todo su esplendor, en día
de semana.
Salgo del bar, decidida a caminar por esta zona tan representativa de la ciudad.
Chocando con el viento que sopla con fuerza desde el río, su aroma dulce lo
delata, se pierde en mi retina el constante movimiento del entorno que me rodea y
encuentro placentero el sonido de las aguas danzantes de las fuentes que disipan
el bullicio de la plaza. Miro hacia arriba y veo el cielo gris amalgamado con
palmeras, plátanos y jacarandas provenientes de tierras lejanas por caprichos
políticos. Inmersa en mis pensamientos sobre este rincón de la ciudad, siento en
forma inmediata una enorme atracción por este lugar. Se respira historia, política,
decisiones, miedo, angustia, alegrías, terror, entusiasmo, militancia, bombas,
democracia, terrorismo, libertad…
Todo aquí es historia, esa observación de las huellas del pasado que nos habla
del presente…
A lo lejos se escucha a los nativos enfurecidos en malones resguardando sus
tierras contra un grupo de españoles aventureros endemoniados por la codicia.
Enfrentamiento sangriento y desmesurado que hizo fracasar la primera fundación
de la ciudad efectuada por Pedro de Mendoza en el año 1536.
Aún se puede ver al español Juan de Garay deseoso por fundar por segunda vez
la ciudad en 1580, llegando desde Asunción tras un largo viaje en barco por el río
Paraná enfrentándose con malezas, juncos, serpientes, yaguares y nativos y
desembarcando con dificultad en el Río de la Plata de un color atigrado, poco
profundo y de tierra arcillosa. Luego de explorar la costa exhaustivamente,
luchando con los abundantes espinillos de estas tierras, el fundador decidió que el
terreno era adecuado para erigir el poblado, que se encontraría media legua más
al norte que el asentamiento de la primera fundación. La meseta elegida estaba
bordeada en sus flancos norte y sur por dos largos “zanjones” que con las lluvias
se convertían en impetuosos arroyos que otorgarían seguridad contra los nativos
Garay puso a la nueva ciudad bajo la advocación de San Martín de Tours y la
llamó “Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos
Aires”.
Me imagino la primera ciudad con su población reducida. En donde los pobladores
se dedicaron a erigir las primeras viviendas en los solares que les fueron
asignados. Durante esos años la aldea no era más que un rancherío de barro y
paja que rodeaba un espacio baldío, al que llamaban “Plaza Mayor”, hoy esta
plaza; con capillas-rancho y edificios públicos-rancho, asolado por la pobreza, el
sacrificio, los ataques de aborígenes, las amenazas de los piratas; en fin, basta
decir que la Corona Española consideraba a aquella Trinidad como un lugar de
destierro.
En 1776 la ciudad comienza a tener un fuerte crecimiento al ser declarada Capital
del Virreinato del Río de la Plata, creado ese mismo año para lograr una mejor
administración.
Por un momento me detengo en mí recorrido, e inmersa en la historia, escucho el
alboroto y las voces disonantes que se confundían con los pregones que tenían
cierta musicalidad en aquellos tiempos en la plaza, que se utilizaba como
mercado. Hacia el este puedo ver el Río de la Plata con sus lavanderas de tez
azabache y sus ropas blancas dispersas sobre las rocas de la costa.
La plaza y el poblado diseminado por los alrededores, persistirían sin variantes
hasta el año 1880, cuando la ciudad es designada como la Capital de la República
Argentina. La Plaza cambia su fisonomía siguiendo el modelo de Paris y la ciudad
se convierte en una gran metrópolis. Su vertiginosa transformación la diferenció de
otras ciudades de Europa y llegó a adquirir sello propio, con colores y estilos
particulares, y una arquitectura caracterizada por un eclecticismo poco frecuente.
Esos tiempos, nos ha dejado de herencia una plaza conectadas con otras plazas
por grandes avenidas, rodeada de bares, confiterías, restaurante, hoteles, edificios
con imponentes cúpulas y torres, monumentos, esculturas, y la llegada del
subterráneo en 1913. Fueron desapareciendo los faroles, los tranvías eléctricos y
las calles de tierra o madera. Ya se veían circular por las calles automotores
provenientes de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos.
Todavía resuena el bullicio de las masas populares de Evita y Perón. ¿Habrán
sido tan infames o tan justos como dicen? Solo ellos y el fanatismo de sus
seguidores y opositores lo sabían.
Aún persisten las Madres de Plaza de Mayo girando en torno a la Pirámide,
reclamando por sus hijos y nietos desaparecidos a raíz de los terribles sucesos
ocurridos durante la dictadura del año 1976.
También, aún, podemos ver la muchedumbre vociferando y agitando las banderas
argentinas con entusiasmo por el retorno de la democracia en el año 1983.
Continúo caminando, atravieso la recova del “Cabildo” con sus amplios arcos
blancos, su solado desgastado por el transitar de la historia y su torre con un reloj
centenario. En tiempos lejanos el edificio fue destinado al gobierno y la
administración judicial de estas tierras. Detrás de su gran pórtico, tallado en
madera de color pistacho, puedo percibir aquellos patriotas entusiasmados por
organizar el futuro incierto de nuestras tierras.
A metros del Cabildo, veo una construcción majestuosa con 12 columnas: es la
Catedral de la Ciudad, iglesia principal. Me siento cautiva por su frontis, en donde
se aprecia el encuentro de Jocob con su hijo José en Egipto. Su atrio escalonado
de mármol de carrara que se impone con autoridad y embellece aquel rincón, fue
recorrido innumerables veces por el Cardenal Jorge Bergoglio soñando con ser
algún día el Papa Francisco.
Mirando hacia el este, detrás de una inmensa bandera argentina flameando
constante y desesperadamente en cuyos pies descansa la estatua ecuestre del
General Belgrano quien comandó el Ejercito del Norte en la guerra de la
independencia y creó la Bandera Nacional, contemplo la Casa de Gobierno
expectante eterna de los gobiernos de turno y espectadora de seguidores y de
opositores. ¿Rosada por decisión y conflictos políticos? o ¿rosada por usos y
costumbres de la época? Leyendas urbanas que circulan por la ciudad sin tener
hoy en día una respuesta certera.
Finalizo mi recorrido, saciada de tanto sentimiento de orgullo por todos aquellos
que han luchado y defendido nuestras tierras. Aquellos que han dejado la vida por
un País honrado y honorable. Miro hacia el cielo, se está despejando. Esas nubes
grises dejan ver los rallos del sol. Un guía explicando con un inglés mediocre la
historia de la plaza. Una señora mayor dándole de comer a las palomas. Un
extranjero perdido en su mapa. Un niño con su madre aplaudiendo a los
Granaderos que hacen cambio de guardia. Un grupo de chinos amontonados
debajo de un monumento intentando sacar una fotografía. Un oficinista con su
traje bien planchado y sus zapatos lustrados apurado llegando a quién sabe qué
lugar. Me pregunto: ¿habremos aprendido sobre nuestro pasado, sobre nuestros
errores y sobre nuestros aciertos? Solo el presente nos muestra la respuesta.